martes, 26 de noviembre de 2013

EL CONSENTIMIENTO


EL CONSENTIMIENTO

El consentimiento consiste en la concordancia de las dos o más voluntades declaradas de las partes que celebran el contrato. Se da por la exteriorización de las declaraciones y su integración en la oferta y aceptación. Estas declaraciones presuponen una voluntad interior que no interesa en el contrato, solo tiene que declararse la intención de contratar o de propuesta contractual. Cuando se habla de consentimiento contractual hay que mantener separados los siguientes fenómenos: a) La voluntad interna e individual de cada contratante, en al que puede valorarse el simple querer y el propósito que la guía; b) La declaración que el contratante emite y a través de la cual su voluntad es conocida por el otro contratante; y c) lo que puede llamarse la voluntad o intención común es decir, aquella zona en que las dos declaraciones coinciden, de lo contrario habría disenso o desacuerdo, pero no contrato.

CONCORDANCIA DE LAS DECLARACIONES

El acuerdo de las partes consiste en el encuentro de sus respectivas manifestaciones o declaraciones de voluntad: el contrato se concluye o se perfecciona sólo si, o sólo cuando, se alcance plena y total coincidencia entre las declaraciones de voluntad provenientes de los contratantes. Un acuerdo parcial, que las partes hayan alcanzado en el curso de los tratos preliminares, no tiene efecto vinculante, sin perjuicio de la eventual responsabilidad precontractual o violación del principio de buena fe, no se puede distinguir entre puntos esenciales y puntos accesorios. La aceptación tiene valor de tal sólo si está totalmente conforme con la oferta, de lo contrario equivale a una nueva oferta que requeriría de la aceptación del oferente originario.

CONTENIDO DEL CONSENTIMIENTO

El consentimiento es un fenómeno que resulta no sólo del concurso de las voluntades, sino de su combinación. Cada declaración debe ser emitida y, además, comunicada a la contraparte. Las dos declaraciones y las correspondientes voluntades se combinan, en el sentido de que se integran recíprocamente y son así, complementarias. La formación del contrato en sentido estricto comienza y termina con el encuentro de los dos actos constitutivos del acuerdo y que se suelen definir como propuesta u oferta y aceptación, teniendo en cuenta su contenido y la función que cumplen.

DISENTIMIENTO

El disenso o disentimiento viene a ser el fenómeno de falta de encuentro de las voluntades de los contratantes. Existe falta de coincidencia, en otras palabras hay discrepancia en las declaraciones de las partes que quieren celebrar un contrato, pero finalmente no llegan a hacerlo por existir error en la declaración de una de ellas, sobre el sentido de la declaración de la otra. Esta falta de coincidencia debe ser involuntaria, esto es que las partes deseen celebrar el contrato y, en tal sentido sus declaraciones de voluntad están dirigidas a ello, pero, por algo que escapa a su deseo no se produce la coincidencia de estas declaraciones, o sea la declaración conjunta de la voluntad común. Este algo es generalmente el error.

El contrato es anulable o no existe por haber error en la declaración porque las partes no celebran el contrato aun cuando en realidad quieran hacerlo.

Hay dos tipos de disentimiento:

Manifiesto o Aparente: Cuando las partes obran sabedoras de la falta de encuentro de la oferta y la aceptación, caso en el cual no se pone en duda que jamás podrá considerarse concluido el contrato.

Oculto o Malentendido: Se reduce al desacuerdo no advertido por las partes acerca del sentido en que cada cual entiende el contenido contractual. Es este desacuerdo el que depende del error en que incurre un contratante sobre el sentido de la declaración del otro, del que además, no se ha percatado.

TEORÍA DEL CONOCIMIENTO Y CONTRATACIÓN ENTRE AUSENTES

Se entiende por ausencia el hecho de que una persona esta separada de la otra o alejada de un determinado lugar o que,  encontrándose físicamente presentes, no tengan posibilidad de diálogo por diferentes razones, como podría ser el hecho de hablar idiomas distintos. Habrá ausencia, por lo tanto, en la medida de que no exista entre oferente y destinatario una inmediata comunicación de voluntades. Para solucionar el problema de contratación entre ausentes se ha creado cuatro sistemas o teorías fundamentales: De la declaración, la expedición, la recepción y el conocimiento.

La teoría del conocimiento o cognición, señala que el contrato se perfecciona desde que el oferente conoce la aceptación del recipiendario de la oferta. El contrato existe, por consiguiente, sólo cuando ambas partes están informadas de que hay acuerdo entre ellas y se ha producido la coincidencia de voluntades. Esta teoría es la asumida por nuestro Código Civil  en el artículo 1374, adicionándose la presunción “juris tantum” de que la aceptación es conocida en el momento en que llegue a la dirección del oferente. La fórmula recogida por el código es en verdad una combinación  entre los sistemas del conocimiento y la recepción.

FORMACION DEL CONTRATO

FORMACIÓN DEL CONTRATO: LA OFERTA

La formación del contrato comienza y termina con el encuentro de los dos actos constitutivos del acuerdo como son la oferta y la aceptación. Constituyen en cierta forma los actos por medio de los cuales se realiza la participación de cada contratante.

La oferta o propuesta es la declaración de voluntad que requiere de otro extremo para crear el contrato (contrato es la integración de oferta y aceptación). En especial constituye el acto de iniciativa, con el cual una de las partes, que recibe el nombre de oferente, propone a la otra, que eventualmente deberá aceptar, una determinada regulación de intereses

NATURALEZA JURÍDICA DE LA OFERTA

Existen dos posiciones muy definidas en torno a determinar la naturaleza jurídica de la oferta para unos constituye un acto o negocio jurídico y para otros no. Conforme al primer criterio la oferta es una declaración de voluntad que tiene el efecto jurídico de obligar al proponente a no hacer acto alguno que haga imposible la ejecución de la relación que surgirá cuando la otra parte la haya aceptado, por lo cual  es un negocio jurídico. Para quienes la oferta no reúne las calidades de acto o negocio jurídico, ella no consigue por sí misma el fin inmediato relacionado con alguna adquisición, modificación o extinción de derechos, lo cual es conseguido por el negocio jurídico denominado contrato.

Si bien la oferta contractual tiene una finalidad, que es la de hacer posible la celebración del contrato, tal finalidad queda frustrada si la oferta no es aceptada. En tal eventualidad la oferta es ineficaz, no es apta para producir efecto jurídico alguno, lo que determina que no pueda ser considerada como un acto jurídico, sino como una declaración unilateral de voluntad en sentido estricto. Consecuentemente, la oferta no tiene vida propia, sino que está destinada a constituir conjuntamente con otra u otras declaraciones unilaterales de voluntad, una declaración bilateral o plurilateral de voluntad, que es la que produce efectos jurídicos como contrato.

DIFERENCIAS

La oferta es algo concluyente, por lo que supone emitir una proposición definitiva, que encierra el ánimo de quedar obligado si la otra parte acepta. Diferente de la oferta es la invitación a ofrecer o a contratar, que se dan cuando el que desea celebrar el contrato, en vez de proponer su celebración en determinadas condiciones, anuncia simplemente que proyecta celebrarlo y pide que le sean dadas a conocer las condiciones en que estarían dispuestos a contratar a quienes interese. Habrá invitación a ofrecer, en términos generales, todas las veces que en la declaración no se hallen contenidos los elementos esenciales del contrato.

La oferta al público es decir la destinada a persona incierta o a la generalidad, debe ser tenida como una mera invitación a ofrecer, conforme lo establece el Art. 1388 del Código Civil. Sin embargo, conforme al segundo párrafo de dicho artículo valdrá como oferta si el proponente indica que su propuesta tiene carácter obligatorio.
               
FORMA

La oferta no requiere una forma especial, salvo para aquellos contratos que se exija una determinada formalidad ad solemnitatem, o que así lo hallan acordado las partes. La forma de la propuesta debe ser idónea, según el caso, para una adecuada determinación del contenido contractual, y el mejor medio para esa finalidad es la declaración expresa, lo que no obsta para que pueda resultar de una conducta concluyente y unívoca (llámese declaración tácita). En todo caso, cualquiera que sea su forma, debe ser reconocible por su destinatario, pues de otro modo no serviría a su fin.

PLAZO

La oferta es temporal, está sujeta a un plazo el cual puede ser determinado, determinable o indeterminado.

Plazo determinado: Se señala el plazo de vigencia de la oferta.
Plazo determinable: El plazo puede ser destinado por las partes, recurriendo a un tipo de cálculo, operaciones o informaciones.
Plazo indeterminado: El oferente no ha dicho hasta que momento vale su oferta.

TEORÍAS SOBRE LA VINCULACIÓN DEL OFERENTE

Conforme a la teoría de la libertad de revocación, la oferta que no ha sido aceptada puede ser siempre revocada. Por otro lado, la teoría de la obligatoriedad de la oferta, sostiene la eficacia vinculatoria de la misma. El destinatario de la oferta tiene derecho de aceptarla o no, la oferta es obligatoria porque surte efectos, es decir vincula al oferente con el destinatario mediante nexo o lazo jurídico por el cual el oferente queda sujeto al aceptante y éste con su sola aceptación puede cerrar el contrato. De acuerdo con la posición tomada por el Código, la oferta, en principio, obliga al oferente. El artículo 1382 del código civil sanciona la obligatoriedad de la oferta, salvo que lo contrario resulte de su propia formulación, desde la naturaleza de la obligación planteada o, por último, de las circunstancias del caso, que pueden ser diversas.

El principal efecto de la obligatoriedad de la oferta es que ésta debe ser mantenida durante todo el plazo de su vigencia, de tal manera que el destinatario está en la aptitud de aceptarla dentro de dicho plazo, dando lugar con ello a que el contrato quede concluido.

CADUCIDAD Y REVOCACIÓN

La oferta caduca, es decir, deja de ser obligatoria, cuando transcurre el plazo determinado o determinable establecido por el oferente para la aceptación sin que se haya producido ésta. Si no se ha establecido ningún plazo, siendo así indeterminado, habrá de entenderse vigente por todo el tiempo que la buena fe o los usos, atendiendo a la naturaleza del contrato, impongan; fuera del cual, igualmente caduca. También caduca la oferta cuando el destinatario la rechaza, o cuando éste muere o deviene en incapaz. El artículo 1375 del Código establece que la aceptación debe llegar a conocimiento del oferente dentro del plazo establecido por él. El artículo 1385, por su parte, plantea en tres incisos diferentes hipótesis que se traducen en la caducidad de la oferta, o sea, en el hecho de que ésta pierde fuerza vinculante, siendo el plazo indeterminado. El primer inciso se refiere a la propuesta hecha a una persona con la que se está en comunicación inmediata (contratación entre presentes) sin que le haya concedido plazo, y el recipiendario no se manifiesta en el instante. El segundo inciso se refiere a la contratación entre ausentes, también en caso de inexistencia de plazo, siendo el razonamiento lógico el de considerar que deberá transcurrir un tiempo suficiente para que la respuesta llegue a conocimiento del oferente, por el mismo modo de comunicación empleado por éste, fuera del cual la oferta igualmente habría caducado. El tercer inciso consagra el principio de la libertad de revocación, cuando establece que caduca la oferta si antes de ser recibida o simultáneamente con ella llega a conocimiento del destinatario la retractación del oferente. La revocación de la oferta es, así, una declaración de voluntad de dejarla sin efecto de carácter recepticio, pues debe ir dirigida necesariamente al destinatario de aquélla. Finalmente, el Art. 1387 establece que la muerte o incapacidad sobreviniente del destinatario de la oferta determina la caducidad de ésta.

CLASES DE OFERTA

Ofertas alternativas.- Cuando el oferente formula varias ofertas al destinatario, en quien sólo que da la posibilidad de elegir una de ellas, quedando automáticamente rechazadas las demás (artículo 1377, CC).

Ofertas cruzadas.- Cuando las dos partes efectúan recíprocamente y simultáneamente ofertas y estas son coincidentes, se refieren a lo mismo, expresan una intención común. En tal caso el contrato se perfecciona con la oferta que resulte aceptada en primer término (artículo 1379, CC).

Ofertas al público.- Es una propuesta que tiene todos los requisitos exigidos a la oferta y además esta oferta no va dirigida a persona particular, sino a una generalidad de terceros, va dirigida al público en general, a todos los que puedan estar interesados en la oferta.

LA CONTRAOFERTA

El artículo 1376 dispone que la aceptación tardía y la aceptación oportuna que no sea conforme a la oferta equivalen a una contraoferta. Expresándolo en otros términos, el artículo quiere decir que la declaración tardía del destinatario de la oferta y la declaración oportuna del mismo que modifica la oferta, reciben el tratamiento de una nueva oferta. Así, si la aceptación es extemporánea o la oferta no es aceptada íntegramente, y aquel a quien se dirigió le introduce modificaciones que somete a la consideración del primer oferente, nos encontramos  ante una segunda oferta, que sigue a la desestimación o rechazo de la primera, en cuyo caso el oferente ha pasado a serlo a quien esa primera oferta iba dirigida.

Nada impide, sin embargo, que el oferente considere eficaz la aceptación tardía o la que se haga con modificaciones, y así lo señala el segundo párrafo del artículo 1376, con el propósito de alentar la celebración de los contratos y a condición que dé inmediato aviso en ese sentido al aceptante. En este caso, el aviso no tiene el carácter de una nueva declaración contractual. Su finalidad es simplemente informar al aceptante que el contrato se ha celebrado, no obstante haber llegado la aceptación a conocimiento del oferente en forma tardía o aun cuando se introdujeron modificaciones en la oferta. El aviso no es propiamente una aceptación.

LA ACEPTACIÓN

Desde que se perfecciona al ser recibida por su destinatario, hasta que se extingue, la oferta es susceptible de ser aceptada. La aceptación constituye el caso con el cual concluye el ciclo formativo del contrato. De este modo, la fase de perfeccionamiento de la aceptación viene a coincidir con la de la celebración del contrato.

CONCEPTO

La aceptación viene a ser una declaración de voluntad emitida por el destinatario de la oferta y dirigida al oferente mediante la cual aquél comunica a éste su conformidad con los términos de la oferta. En efecto, es el medio a través del cual el destinatario manifiesta su adhesión a la propuesta, tal como le ha sido formulada por la otra parte. Y, en ese momento, el del encuentro y de la congruencia de los actos dispositivos de las partes interesadas, se celebra el acuerdo.

Así como la oferta es la última proposición contractual, desde que contiene la propuesta definitiva que el oferente hace al destinatario, la aceptación es la última declaración contractual, pues con ella se forma el contrato, sin necesidad de ninguna declaración o intervención del oferente. El aceptante, en principio, no propone nada al oferente, sólo le comunica que con su aceptación ha quedado concluido el contrato.

NATURALEZA JURÍDICA

Su naturaleza jurídica es la misma que la de la oferta, es decir, constituye una declaración de voluntad unilateral en sentido estricto. Tanto la oferta como la aceptación son declaraciones de voluntad que, integrándose la una con la otra mediante la incorporación de la primera a la segunda, dan ambas lugar a la formación del contrato.

La oferta y la aceptación constituyen  las únicas declaraciones de voluntad aptas para concluir el contrato. Cuando se unen, esta unión produce el acto o negocio bilateral. Empero, cada una de ellas, separada de la otra, son meras declaraciones de voluntad en sentido estricto, cuya existencia sólo tiene sentido si preparan el camino para celebrar el contrato, que de no verificarse, haría que aquellas desaparezcan del ámbito jurídico sin dejar huella alguna.

CARACTERÍSTICAS

a)                  Coincidencia o congruencia con la oferta, para ello hay que analizar el contenido y no la apariencia externa de la oferta.
b)                 Denota intención seria y definitiva de contratar.
c)                  Es oportuna, no es requisito de validez sino de eficacia, ya que debe darse dentro del plazo de vigencia de la oferta.
d)                 Va dirigida al oferente, de lo que se advierte su carácter recepticio.
e)                 Presenta forma o solemnidad cuando la oferta lo requiere.
f)                   Cierra la etapa contractual porque el aceptante tiene el poder inmenso con la aceptación de reflejar el contenido del contrato.

FORMA

Como el caso de la oferta, cuando se trata de contratos solemnes la aceptación debe observar la formalidad requerida para el respectivo contrato. Rige entonces el principio de libertad de forma en la declaración de aceptación, que puede incluso consistir en conductas concluyentes (arrojar moneda al surtidor automático, o principiar la ejecución del contrato propuesto). Sólo será preciso que la aceptación se haga bajo forma determinada cuando así lo exige la ley para el contrato en formación, o la oferta o anteriores estipulaciones de las partes.

El artículo 1378 del Código Civil estipula que no tiene efecto la aceptación que se formule sin observarse la forma requerida por el oferente.

SITUACIONES: OPORTUNIDAD

Se pueden plantear dos hipótesis fundamentales en las cuales la fase de la aceptación adquiere distinta relevancia práctica y el problema de la formación del contrato se ofrece en términos diferentes.

Puede ocurrir que la aceptación se haya efectuado en presencia del proponente, quien por ello tuvo inmediato conocimiento. En este caso el acto de adhesión no reviste de por sí mayor alcance y la celebración del contrato, que se verificó instantáneamente, no da lugar a ningún problema. Pero también puede suceder que transcurra un intervalo prolongado de tiempo entre la emisión de la aceptación y su conocimiento por parte del proponente, lo cual se presenta en el caso de contrato entre ausentes. Aquí el acto de aceptación se distiende en el tiempo, con lo cual surge el problema de determinar el momento en que deba considerarse el acuerdo.

PERFECCIONAMIENTO

La fase de perfeccionamiento de la aceptación viene a coincidir con la de la celebración del contrato. La formación del contrato comienza y termina con el encuentro de los dos actos constitutivos del acuerdo, que son la oferta y la aceptación. Con la aceptación concluye el ciclo formativo del contrato, momento en el cual se celebra el acuerdo. Si bien la aceptación existe desde el momento en que es declarada; empero, dado su carácter recepticio, no produce el efecto que le es propio, o sea dar lugar a la conclusión o perfeccionamiento del contrato, sino a partir del momento en que es conocida por el oferente. Resulta así que la aceptación existe a partir del momento de su declaración, pero no es eficaz sino desde que es conocida por el oferente. Conforme al artículo 1373 el contrato ha de considerarse formado o perfeccionado en el momento y lugar en que el proponente tiene conocimiento de la aceptación. Evidentemente no existen problemas cuando la contratación se celebra entre presentes, dado que en ella la oferta y la aceptación son coetáneas y no media un intervalo de tiempo considerable entre las declaraciones de voluntad de las partes. En cambio sí se suscitan problemas tratándose de la formación de un contrato entre ausentes, pues entonces no existe coincidencia en cuanto al momento en que se formula la aceptación y aquél en que esta es conocida por el oferente. Por razón de la conjugación de los artículos 1373 y 1374 del Código Civil el momento de la formación de los contratos con falta de comunicación inmediata puede ser, bien cuando la declaración de aceptación es entregar personalmente al oferente y este se entera de su contenido o bien cuando llega a la dirección del oferente.

SILENCIO

El silencio, en sí mismo y por sí mismo, no tiene valor jurídico de consentimiento tácito; sólo puede tener semejante valor si las circunstancias en las que se observa  o que lo acompañan permiten atribuirle el significado de comportamiento concluyente. Así, el silencio circunstanciado o cualificado se produce cuando se haga una oferta frente a la cual se produzca un silencio que terminara teniendo valor de aceptación.

El silencio tiene, pues, valor neutral frente a la oferta, no es rechazo ni aceptación salvo en ciertos casos (artículo 1381, CC):

-                     Por costumbre se pueden dar supuestos en los que por razones prácticas no se quiere la aceptación sino que el simple silencio de aceptación puede ser particular o generaliza.
-                     En la invitación a ofrecer hay declaración o interés de contratar y la contra parte hace oferta si esta no es contestada este silencio será aceptación se le ha puesto deber de diligencia al invitante al decir que no quiere contratar. Se forma contrato cuando ha pasado el tiempo necesario en el cual se produce el rechazo.
-                     Por el acuerdo previo entre las partes vía pre-contrato.

RENUNCIA Y REVOCACIÓN

Dentro de la línea de pensamiento fijada para los casos de la oferta (artículo 1385, inciso 3º, CC), se aplica la misma tesis respecto a la revocación de la aceptación, la que es también susceptible de retractación por parte del destinatario de la oferta y aceptante a la vez. De tal manera, la aceptación ya dada puede ser revocada, con tal de que la revocación llegue a conocimiento del proponente antes de la aceptación. Debe tenerse presente que aun cuando la aceptación exista en tanto es declarada por el aceptante, no es eficaz sino a partir del momento en que es conocida por el oferente, oportunidad en que da lugar a la conclusión del contrato. De allí que no exista inconveniente conceptual para que el aceptante pueda retractarse de su aceptación antes que ésta llegue a conocerse por el oferente, por cuanto todavía no es una aceptación eficaz. Así lo ha previsto el Código Civil en el artículo 1386, al sancionar en dicho supuesto como inexistente a la aceptación oportunamente revocada.

No cabe la retractación de la aceptación si es que la aceptación misma ha llegado antes a conocimiento del oferente, en virtud que por este hecho ha dejado de ser aceptación para dar lugar a la conclusión del contrato. Por tal motivo, para que pueda funcionar la retractación de la aceptación es necesario que el aceptante utilice para emitirla un medio de comunicación más rápido que el utilizado para comunicar su aceptación.

La retractación de la aceptación tiene relevancia cuando oferente y destinatario no se encuentran en comunicación inmediata, vale decir, entre personas distantes o ausentes, aplicándose al respecto, al igual que en el caso de la oferta, lo previsto en el artículo 1374 del CC.

CONTRATACIÓN EN MASA

La evolución económica y social experimentada en los últimos tiempos ha dado lugar a una serie de mutaciones importantes en el régimen jurídico de los contratos. Un tráfico económico cada vez más acelerado ha ido dando origen a la aparición de una serie de modalidades contractuales de muy difícil encasillamiento en el régimen jurídico tradicional, en el que el contrato es un acuerdo de voluntades, un compromiso libremente convenido entre intereses contrarios. Aparecen así los contratos en masa o contratos - tipo, impuestos a sus clientes por grandes empresas mercantiles e industriales y referidos muchas veces a la utilización de bienes y servicios imprescindibles en la vida cotidiana (agua potable, gas, energía eléctrica, teléfono, etc). Son contratos determinados por una producción masiva de bienes y servicios, que hace imposible la discusión individualizada de con cada usuario o consumidor, lo que origina una situación de prepotencia de una de las partes. De ella nacen los contratos de adhesión, contratos por formulario o contratos con condiciones generales.

CONTRATACIÓN ENTRE AUSENTES

Se produce cuando no hay posibilidad de comunicación inmediata. Hay casos en los que no hay comunicación inmediata pero sin presencia jurídica. Ejemplo en el caso de los negociantes que hablan distinto idioma al nuestro. Para solucionar el problema de contratación entre ausentes nuestro Código Civil ha adoptado en el artículo 1374 la teoría del conocimiento, según la cual el contrato se perfecciona desde que el oferente conoce la aceptación del destinatario de la oferta. El contrato existe, por consiguiente, sólo cuando ambas partes están informadas de que hay acuerdo entre ellas y se ha producido la coincidencia de voluntades; adicionándose la presunción “juris tantum” de que la aceptación es conocida en el momento en que llegue a la dirección del oferente.

CONTRATACIÓN ENTRE CÓNYUGES

La contratación entre cónyuges es siempre posible si es que los esposos hayan establecido un régimen de separación de bienes o tengan bienes propios. Se establece el impedimento de los cónyuges de contratar respecto de los bienes que integran la sociedad de gananciales en calidad de bienes sociales; lo cual significa que sí pueden contratar respecto de los bienes propios, o en todo caso, como está dicho, siempre que hayan establecido un régimen de separación de bienes (Art. 312 CC).

CONTRATO POR ADHESIÓN

El contrato por adhesión, considerado en sí mismo, es una manera de contratar en la cual, sin perderse la autonomía privada manifestada por la libertad de conclusión del contrato, la determinación de las condiciones del mismo es hecha unilateral y exclusivamente por una de las partes y plasmada en su oferta, para que la otra parte, o sea el destinatario, decida a su solo criterio contratar o no en tales condiciones. En el primer caso, aceptará la oferta; en el segundo, la rechazará. El artículo 1390 del Código Civil establece que el contrato es por adhesión cuando una de las partes, colocada en la alternativa de aceptar o rechazar íntegramente las estipulaciones fijadas por la otra parte, declara su voluntad de aceptar.


Características:
-                     Todas las cláusulas han sido redactadas previa y unilateralmente por una de las partes, quedando el destinatario en la sola alternativa de adherirse o no, es decir, de celebrar o no el contrato.
-                     El esquema planteado en forma unilateral consiste en un conjunto de cláusulas o estipulaciones que se predisponen para ser ofrecidas en bloque, sin que exista capacidad o poder de negociación.
-                     Tienen carácter técnico, se usa un lenguaje complicado (pueden conducir a un abuso de la buena fe del consumidor).
-                     Son redactados generalmente con letra pequeña.
-                     El destinatario de la oferta o propuesta no es en términos generales un individuo determinado, sino un conjunto no precisado de personas, frente a las cuales la propuesta se mantiene de modo duradero.

LAS CLÁUSULAS GENERALES DE CONTRATACIÓN

Son aquellas redactadas previa y unilateralmente par una persona o entidad en forma general y abstracta con el objeto de fijar el contenido normativo de una serie indefinida de futuros contratos particulares con elementos propios de ellos. Son cláusulas que se predisponen de una vez por todas para regular los problemas principales que se pueden presentar en relación con la disciplina contractual de determinados conflictos, y que constituyen, así, un reglamento agregado al contenido esencial del contrato, destinado a tener aplicación en todo caso específico, independientemente del reenvío que a él puedan hacer las partes. El artículo 1392 del Código Civil estipula que las cláusulas generales de contratación son aquéllas redactadas previa y unilateralmente por una persona o entidad, en forma general y abstracta, con el objeto de fijar el contenido normativo de una serie indefinida de futuros contratos particulares, con elementos propios de ellos.

Características:
-                     Las cláusulas generales no son contratos, vienen incorporadas a la oferta. Son estipulaciones abstractas a las que el contratante se adhiere cuando suscribe el contrato individual.
-                     Son generales y abstractas.
-                     Se presentan en bloque pero no impide la discusión para que la oferta sea modificada. En ellas cabe una cierta capacidad de negociación.
-                     Permiten ahorrar tiempo en tanto dan rapidez a la contratación.
-                     Tienen la virtud de ser completas, específicas y detalladas, constituyendo un factor de seguridad para las partes.

lunes, 25 de noviembre de 2013

CONTRATOS - GENERALIDADES



LOS CONTRATOS

Fuente de la obligación es siempre en última instancia la ley. No se concibe obligación que no tenga, directa o indirectamente, su origen en la ley. Así, tenemos que las obligaciones creadas en forma inmediata por el contrato tienen su origen mediato en la ley, en tanto que siempre es ésta la que confiere virtualidad jurídica al hecho, al cual sí le atribuyese como efecto el nacimiento de una obligación, entonces lo convierte en fuente de la misma. La ley no produce la obligación sino es a consecuencia de los hechos jurídicos, y son éstos los que se toman en cuenta a los efectos de clasificar las fuentes de las obligaciones. En tal sentido, fuentes inmediatas de las obligaciones, como causa eficiente de la relación obligatoria, son el negocio jurídico, en tanto resulta de la voluntad o poder del hombre de constituir sus propias relaciones jurídicas (ex voluntate), y la ley en tanto fuente directa, o propiamente hechos legalmente reglamentados (ex lege), considerados idóneos por el ordenamiento jurídico para producir obligaciones. Entre las primeras, expresión de la autonomía privada, tenemos al contrato, la promesa unilateral, testamento, e incluso a la “conducta social típica” o “contrato de hecho”, y los llamados “contratos forzosos” en tanto que existan respecto de ellos un deber de celebrarlos. Entre las segundas, en las que interviene la soberanía del Estado creándolas o estableciendo los supuestos de hecho de los que nacerían, tenemos al pago indebido, la gestión de negocios, el enriquecimiento sin causa, el hecho ilícito, el delito, y otras situaciones previstas en la ley y reguladas como fuentes de obligaciones, consideradas todas, por tanto, obligaciones legales, inclusive el contrato forzoso, en tanto constituya una imposición sin contrato de la relación jurídica, en cuyo caso el término contrato resulta de dudosa aplicación.

El más típico negocio jurídico (acto jurídico) obligatorio es el contrato, considerado por el Código Civil como fuente de obligaciones (ex contractu).

LOS CONTRATOS


TEORÍA GENERAL

Existen principios comunes a todos y cada uno de los contratos, en cuanto cada figura de contrato en concreto, aun teniendo un contenido peculiar, participa de una común naturaleza y estructura, a las que corresponden siempre las mismas normas. Por tal motivo, todo contrato resulta de elementos constantes, producto del esfuerzo de abstracción, no obstante puede ser distinta la sustancia de cada una de las figuras singulares.

Existen también reglas de las cuales participa un determinado grupo de contratos, como los onerosos o de prestaciones recíprocas, pero éstas concurren con las normas comunes a todos los contratos, a regular la disciplina del contrato singular. Finalmente, vienen las normas particulares a cada contrato, inspiradas en el peculiar contenido del mismo, las cuales se combinan con las reglas comunes a todos y con las propias de cada uno de los diferentes grupos.

Adicionalmente, debe tenerse presente que el Código Civil en el Libro II trata del acto jurídico, regulando la disciplina del mismo, aplicable a todos los actos jurídicos, inclusive a los contratos. Y en la Sección Primera del Libro VII se desarrolla la teoría general del contrato, que comprende las disposiciones generales de los contratos, el consentimiento, objeto, forma, los contratos preparatorios, con prestaciones recíprocas, la cesión de posición contractual, la excesiva onerosidad de la prestación, la lesión, el contrato a favor de tercero, la promesa de la obligación o del hecho de tercero, el contrato por persona a nombrar, las arras y las obligaciones de saneamiento. En suma, esta Sección del Código contiene las disposiciones aplicables al contrato, considerado como categoría general y abstracta, lo cual se corrobora con lo dispuesto por el Art. 1353, según el cual todos los contratos de derecho privado, inclusive los innominados (o atípicos), quedan sometidos a las reglas contenidas en dicha Sección, salvo en cuanto resulten incompatibles con las reglas particulares de cada contrato.

De lo expuesto tenemos que un contrato singular, como la compraventa, está sujeto a las reglas aplicables a los actos jurídicos como a las aplicables a los contratos en general.

EL CONTRATO PRIVADO: CONCEPTO, IMPORTANCIA Y FUERZA VINCULATORIA

Concepto.- El contrato es definido por nuestro Código Civil como el acuerdo de dos o más partes para crear, regular, modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial (Art. 1351). Tal consistiría una definición legislativa. Pero el contrato podemos concebirlo como negocio jurídico (acto jurídico), como documento, como relación jurídica o como proceso. En el primer caso, el significado más auténtico tenido presente por la ley, el contrato viene a ser el negocio jurídico patrimonial de carácter bilateral o plurilateral, es decir, la resultante negocial unitaria de declaraciones provenientes de dos o más partes, que inciden sobre relaciones jurídicas de naturaleza patrimonial, creándolas, modificándolas, regulándolas o extinguiéndolas. Constituye así el instrumento para la autodisciplina de los intereses particulares; es decir, el consenso que dentro de los límites establecidos por el ordenamiento se presta a la realización de las más disímiles finalidades de las partes, diferenciándose de los negocios jurídicos de naturaleza familiar carentes de patrimonialidad. Como documento el contrato es un simple medio de prueba, o la materialización de un elemento constitutivo, cuando se trate de contrato solemne. Como relación jurídica se denomina contrato a la situación que sigue a la celebración del contrato, vale decir a la relación jurídica obligatoria (relación contractual) que nace, se regula, se modifica o se extingue como efecto de aquel. Finalmente, visto desde la dinámica del mismo, el contrato es un proceso que se inicia con los contactos sociales, tratativas, ofertas, consentimiento, ejecución, deberes poscontractuales, todo en una secuela sin separar en etapas.

Importancia.- Cualquiera que sea su figura concreta el contrato tiene una función y contenido constante, cual es el de ser el instrumento con el cual se realizan los más diversos fines de la vida económica, mediante la composición de intereses opuestos. Como tal, el mismo llena de sí la vida jurídica, además de la vida económica, extendiendo su círculo de acción, también, a las relaciones internacionales entre particulares. La variedad posible del contenido económico del contrato hace de él una herramienta flexible y particularmente precioso para la sociedad, en tanto que interviene en todas las fases de la economía, se trate de producción, circulación, distribución y consumo. En suma, el contrato es indispensable para la vida en comunidad dada la función que cumple en la satisfacción de las necesidades del hombre, desde las más simples hasta las más complejas.

Fuerza vinculatoria.- El contrato obliga a las partes que lo celebran a cumplir de manera satisfactoria las obligaciones asumidas y, en caso de incumplimiento, el Derecho contempla mecanismos  encaminados a su corrección o compensación. De allí que se haya llegado a sostener que “los contratos tienen fuerza de ley entre las partes”, aunque en realidad la relevancia del contrato deriva de la norma jurídica, a la cual se encuentra subordinado en ese sentido. De tal manera, el contrato es un supuesto de hecho (fattispecie) caracterizado por el reconocimiento que el ordenamiento jurídico le da a la autonomía de los particulares por su intermedio, como instrumento de autorregulación de los intereses individuales, y que se realiza en la medida en que el derecho atribuye a sus expresiones un valor y una eficacia adecuada a su función, estableciendo un vínculo entre las partes en torno a la observancia del contrato. La obligatoriedad del contrato, es decir, la sujeción a sus efectos surge, pues, del hecho de que las partes han aceptado libremente el contenido del mismo, y surge, además, de la confianza suscitada por cada contratante en el otro con la promesa que le ha hecho. Concurre también el principio del respeto a la palabra dada (pacta sunt servanda).

LA AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD, EVOLUCIÓN, CRÍTICAS Y CONTRATO FORZOSO

Autonomía de la voluntad.- La necesidad del contrato guarda relación a la vez con el principio de la autonomía privada, en la medida que encuentra su fundamento en la idea misma de persona y en el respeto de la dignidad que a la persona le es debida. Esto es, que cada persona desarrolle la correspondiente libertad, según su propia voluntad, en sus relaciones jurídicas privadas. Se parte del criterio de que la ley debe abstenerse de intervenir en las relaciones de los particulares, ya que cada individuo tiene la facultad de crear, por voluntad propia, una determinada situación jurídica que el derecho positivo debe respetar. Ello implica un poder de autogobierno de los propios fines e intereses o un poder de autorreglamentación de las  propias situaciones y relaciones jurídicas al que la doctrina denomina “autonomía privada” o “autonomía de la voluntad”. Dado el carácter de negocio jurídico bilateral o plurilateral del contrato, corresponde la idea de autonomía privada de las partes involucradas. Se trata, precisamente, de la exigencia del acuerdo que delimita el ejercicio de la autonomía privada de cada participante en cuanto que no puede decidir por sí solo, lo cual significa la necesaria consecuencia del reconocimiento de la autonomía del otro interesado. El contrato tiene, pues, su fundamento más hondo en el principio de autonomía privada o de autonomía de la voluntad. La autonomía privada en el campo contractual, se traduce en la “autonomía contractual” o “libertad contractual”, la misma que comprende: a) libertad de conclusión o de contratación, en el sentido que cada uno puede decidir si quiere concluir la celebración o no de un contrato; b) libertad de elección de parte, el que quiere celebrar un contrato, puede escoger a la otra parte; c) libertad de elección del tipo contractual, según los fines que las partes se fijen; d) libertad de modificar el contenido legal de los contratos regulados por ley, conviniendo desviaciones de la regulación legal del tipo, en cuanto a normas dispositivas o supletorias; e) libertad de concluir contratos atípicos o innominados; f) libertad de forma, salvo en los casos de contratos solemnes; y g) libertad de determinar el contenido del contrato, dentro de los límites establecidos por las normas legales imperativas.  De estas  consecuencias de la libertad o autonomía contractual, las que tienen mayor relevancia son la propiamente llamada libertad de conclusión, denominada también libertad de contratar o de contratación, y la libertad de contenido, denominada propiamente libertad de configuración interna del contrato.

Evolución.- La autonomía de la voluntad ha seguido un largo proceso de desarrollo y evolución. El Derecho romano no tiene ninguna contribución importante al desarrollo del principio de la autonomía privada, por su carácter formalista y su carencia de una teoría general del contrato. El Derecho Canónico aporta el respeto a la palabra dada y la eficacia de los pactos nudos, conceptos ambos que reconocen el efecto obligatorio de las convenciones, que es el sustento de la autonomía privada. En Francia se mantuvo el apego casi religioso por la autonomía privada. La influencia de Domat y Pothier es decisiva para construir la teoría general del contrato, en la cual se inspiraron los redactores del Código Napoleón para introducir la regla según la cual las convenciones legalmente formadas tienen fuerza de ley entre aquellos que las han hecho, principios que sólo estarían limitados por las leyes que interesen al orden público y a las buenas costumbres. En el siglo XIX se considera el principio de la autonomía privada como un dogma científico, pero su fundamento deja de encontrarse en el respeto a la libertad individual para orientarse hacia la protección del desarrollo del comercio. Constituye así el postulado básico de la teoría clásica del contrato, basada en una concepción individualista, la misma que ha sido severamente combatida por diferentes escuelas filosóficas, políticas, económicas y jurídicas. La historia de la autonomía privada se confunde casi con la historia del contrato.

Críticas.- Con el desarrollo industrial acentuado, la aparición de grandes empresas y el progreso de la técnica surge la necesidad en el mundo contemporáneo de revisar los presupuestos de la teoría clásica del contrato. Así, la crisis del sistema jurídico liberal llevó a que la autonomía privada fuese relativizada. El orden liberal económico entra en crisis debido a la quiebra de sus postulados. La igualdad de las partes, necesaria para seguir sustentando una noción de contrato como acuerdo entre las mismas, se revela frente a la existencia de grandes mayorías que no tienen nada o muy poco frente a una clase social que detenta la mayor parte de los bienes. Surge así una serie de mutaciones importantes al régimen jurídico de los contratos, dando lugar a la aparición de una serie de modalidades contractuales de muy difícil encasillamiento. Aparecen así los contratos en masa o contratos  tipo. La idea tradicional de contrato no casa con la contratación en masa. No es posible que la empresa moderna utilice el mecanismo del contrato por negociación para acordar sus relaciones con cada uno de sus eventuales clientes. Un mínimo de racionalización y de organización empresarial, determina la necesidad del contrato único o del contrato tipo preestablecido por medio de formularios y de impresos. Las empresas mercantiles o industriales (agua, energía eléctrica, teléfono), mediante esos contratos en masa, imponen a sus clientes un clausulado previamente redactado, de suerte que la única posibilidad que a la otra parte de resta es la de prestar su adhesión o rehusar. Nacen así los contratos por adhesión, contratos por formulario o contratos con condiciones generales.

Por otro lado, una serie de condicionamientos de política económica y social hacen que el régimen de determinados contratos no pueda dejarse al juego de la libertad contractual, porque ello supone dejar a una de las partes, la económicamente débil, a merced de la otra y que el Estado tenga que asumir la tarea de dotar legislativamente de un contenido imperativo e irrenunciable a estos contratos (contratos de trabajo o arrendamiento de viviendas). Se recorta de esta manera la libertad contractual, pues, aunque las partes son todavía libres para contratar o no, si lo hacen deberán someterse a un esquema impuesto legalmente. Se habla así de contratos normados o con contenido imperativo determinado.

Finalmente, el dirigismo estatal ha dado lugar en ocasiones al denominado contrato forzoso, designándose así la fuente de constitución de una relación jurídica en la que las partes parecen verse inmersas sin su voluntad o contra su voluntad.

El contrato forzoso.- La más fuerte injerencia imaginable a la libertad contractual se produce cuando alguien viene obligado a la conclusión de un contrato. Aparece así el contrato forzoso como aquel en el que se impone el deber de celebrar. Se le llama forzoso por contraposición a los libres que, en teoría, nada constriñe a concluir. Sin embargo, esta compulsión no se circunscribe necesariamente a la libertad de contratación, sino que afecta también a la libertad para la determinación del contenido del contrato, vale decir, la libertad de configuración interna del contrato. La definición clásica de la contratación obligada se refiere, por eso, a la libertad de conclusión y de contenido, cuando se indica que contratación forzosa es la que con fundamento en una norma del ordenamiento jurídico a un sujeto de derecho sin actuación de su voluntad, en interés de un beneficiario le impone la obligación de concluir un determinado contrato o con contenido fijado por parte imparcial. Un ejemplo lo tenemos en el seguro obligatorio de automóviles.

Se duda si realmente la contratación forzosa establece la conclusión de un contrato, en tanto que “forzoso” y “avenirse” son precisamente antitéticos. Es decir, la idea de contrato forzoso aparece contradictoria en sí misma. No lo es en la medida que las partes se someten voluntariamente a ellos y celebran el contrato debido, en cuyo caso hay siempre contrato como acuerdo. El contrato celebrado en cumplimiento de la obligación legal, de un fallo judicial o de una orden de la Administración pública, no es menos contrato que cualquier otro. Distinta resulta la imposición sin contrato de la relación jurídica, es decir, la admisión de una relación obligacional legal, que inmediatamente se ordena a la prestación. Ante la negativa del particular a otorgar el contrato, el ordenamiento o la autoridad reaccionan imponiéndole, sin su voluntad, el establecimiento de la relación jurídica de que se trate. No obstante, para tal caso de contratación forzosa se da el tratamiento que reciben los contratantes en el tráfico jurídico usual, es decir, se comprende que incluso en la contratación forzosa se regule la relación entre los interesados mediante contrato y no por ley.

CAPACIDAD PARA CONTRATAR E IMPEDIMENTOS

La capacidad para contratar coincide con la capacidad general de obrar. Así, para contratar es necesario tener la correspondiente capacidad para obrar de ejercicio. Esta no es única para cualquier contrato, sino que varía de unos a otros, según la trascendencia que tengan para el interesado. El requisito de la capacidad para obrar refleja idoneidad del sujeto en relación con sus condiciones sico-físicas, etc., para celebrar el contrato. La capacidad de ejercicio es la aptitud de una persona para celebrar, por sí misma, un acto jurídico cualquiera, como un contrato. Dicho requisito fluye de lo dispuesto por el artículo 140, inciso 1º, del Código Civil. En cada caso habrá de establecerse si estamos frente a contratos celebrados por absolutamente incapaces o relativamente incapaces (arts. 43 y 44 del Código Civil). En el primer caso, los contratos serán nulos (Art. 219, inc. 2º, CC), en tanto que en el segundo son anulables y susceptibles de ser subsanados por confirmación (Art. 221, inc. 1º, y 320, CC). Existen situaciones intermedias en que los incapaces pueden celebrar contratos. El Art. 455 CC. autoriza al menor capaz de discernimiento a intervenir directamente como donatario. El Art. 456 permite al menor que tenga más de 16 años contraer obligaciones, siempre que sus padres que ejerzan la patria potestad  autoricen expresa o tácitamente el acto o lo ratifiquen. Los mayores sujetos a curatela tienen, a su vez, menor o mayor libertad de acción en el área contractual, según el grado de incapacidad que determine el juez.

A lo expuesto se suma el caso previsto por el Art. 1358 CC, que confiere a los incapaces no privados de discernimiento la facultad de celebrar contratos relacionados con las necesidades ordinarias de la vida diaria.

Dentro del ámbito en el que las personas son capaces para contratar, puede ocurrir que determinados contratos les estén prohibidos. Se trata de la existencia de una prohibición legal que impide a determinadas personas celebrar determinados tipos de contratos. La capacidad o incapacidad se encuentra siempre en función de las condiciones personales del contratante. Las prohibiciones, en cambio, se fundan en razones objetivas de conveniencia o inconveniencia de la celebración del tipo de contrato a que en cada caso la ley se refiere. Como consecuencia de ello, las incapacidades se refieren a toda clase de contratos, mientras que las prohibiciones se refieren sólo a tipos y supuestos determinados. Propiamente no es que se les impida celebrar un tipo de contrato, sino de que siendo capaces para celebrar el tipo específico, les está vedado en algún caso concreto verificarlo por determinada circunstancia que la ley contempla. Son casos de prohibición los del artículo 1366 CC. , que prohíbe que determinadas personas adquieran derechos reales, por contrato, legado o subasta pública, tanto directa o indirectamente o a través de testaferros, en razón de las situaciones que plantean sus diferentes incisos. Asimismo, se establece el impedimento de los cónyuges de contratar respecto de los bienes que integran la sociedad de gananciales en calidad de bienes sociales; lo cual significa que sí pueden contratar respecto de los bienes propios, o en todo caso, siempre que hayan establecido un régimen de separación de bienes (Art. 312, CC).

REGLAS Y LIMITACIONES AL CONTENIDO DEL CONTRATO

Siendo la libertad de configuración interna una manifestación de la autonomía privada y, por ello, un poder reconocido por el ordenamiento jurídico, tal libertad sólo puede ejercitarse dentro de los límites que el propio ordenamiento le impone. La libertad de contenido no puede, obviamente, ser omnímodo. Según nuestro Código Civil, la libertad contractual está limitada, de manera expresa e inmediata, por su conformidad a las normas legales de carácter imperativo, tal como lo señala el artículo 1354 de dicho Código. También está limitada, de manera mediata, por el artículo V del Título Preliminar del Código, que establece que es nulo el acto jurídico contrario a las leyes que interesan al orden público o a las buenas costumbres. La noción de libertad y autonomía no puede asimilarse a la de mero arbitrio, por lo cual, siempre presupone límites, ante todo aquel básico respeto por los intereses ajenos. La actividad de los particulares, permaneciendo libre, ha de someterse a la disciplina dictada por el ordenamiento que le impone una serie de reglas y límites, a los cuales han de sujetarse si es que quieren alcanzar sus propias finalidades dentro del derecho. En orden a ello, el Código Civil establece en su artículo 1355 que la ley, por consideraciones de interés social, público o ético puede imponer reglas o establecer limitaciones al contenido de los contratos. La razón del artículo es regular el intervencionismo del Estado en la contratación, el cual se manifiesta a través de reglas y limitaciones impuestas, que se incorporan al contrato, formando parte de él, aun en sustitución de las cláusulas que en contrario hubieran sido puestas por las partes. Se trata de proteger el interés público y social, que aparecen vinculados a los principios del orden público; así como el interés ético relacionado, mas bien, con las buenas costumbres, respondiendo a criterios de moralidad.

ELEMENTOS Y CARACTERES DEL CONTRATO

Elementos.- La tradición nos ha trasmitido la distinción entre elementos esenciales, elementos naturales y elementos accidentales del contrato. Los primeros son los requisitos generales del contrato o los elementos de identificación de los singulares tipos contractuales, a falta de los cuales el contrato no es calificable como perteneciente a un determinado tipo o es nulo. Elementos esenciales serán el consentimiento o acuerdo de las partes, la causa, el objeto y la forma en tanto esta constituya requisito de validez del contrato. Consentimiento es la concordancia de las dos o más voluntades declaradas de las partes que celebran el contrato. La causa es la función económica social del acto de autonomía contractual. El objeto es la creación, regulación, modificación o extinción de relaciones jurídicas patrimoniales, aunque en forma mediata o indirecta el objeto viene referido al objeto de la prestación, cual es el bien, servicio o abstención.  La forma en principio es un elemento natural de todo contrato en tanto que es el vehículo de exteriorización del acuerdo de voluntades; sin embargo, en sentido técnico y preciso la forma constituye un requisito de validez cuando la ley  o las partes hacen depender de ella el perfeccionamiento y la eficacia del contrato.

Los elementos naturales se identifican con parte del contenido legal de los singulares tipos contractuales que se introducen al contenido del contrato por normas derogables por voluntad de las partes  es decir normas dispositivas supletorias (Ej. Saneamiento por evicción.

Finalmente, elementos accidentales son aquellos meramente eventuales del contrato, como el término y la condición, que en el contrato se incluyen por voluntad de las partes y que afectan no a la validez, sino a la eficacia del contrato.

Caracteres:
a)      Carácter temporal, lo que surte efecto es la relación jurídica obligacional. El contrato crea esta relación y luego ya no interesa porque se agota cuando se cumple el consentimiento.
b)      Su función económica y social es la que hace al contrato que sea protegida por el derecho, es decir que tiene la tutela jurídica.
c)      Existe una distribución efectiva de riqueza, para cumplir esta función es necesaria la intervención del Estado pero no con límites (señalados en el Art. 2 de la Constitución.
d)      Carácter patrimonial, porque es susceptible de valoración económica.

CONTENIDO PATRIMONIAL

Para precisar el ámbito del contrato el artículo 1351 del Código Civil señala que la relación jurídica creada por éste debe ser patrimonial. La relación jurídica es patrimonial cuando versa sobre bienes o intereses que posean una naturaleza económica, es decir, cuando son susceptibles de valoración económica. Esta valoración debe medirse de una manera objetiva, es decir, con independencia de cual sea la postura o actitud del sujeto con respecto a los bienes en cuestión. Así, por ejemplo, aun cuando el interés del sujeto respecto del bien sea puramente sentimental o de afección, la relación jurídica será patrimonial siempre que el bien sobre el que recaiga, objetivamente considerado, posea valor económico.

CONCLUSIÓN DEL CONTRATO

Conclusión del contrato es la concurrencia de las declaraciones de voluntad para formar una declaración conjunta de una voluntad común, o sea el consentimiento. Desde el momento en que la aceptación recoge la declaración contenida en la oferta, haciéndola suya, y es conocida por el oferente, el contrato queda concluido. La conclusión del contrato vendría a ser el evento final del procedimiento de formación del contrato, dando lugar al perfeccionamiento del mismo. Normalmente, la conclusión del contrato consensual lleva consigo el perfeccionamiento del mismo, porque no se necesita algo más para que el contrato produzca efectos. Sin embargo, puede ocurrir que el contrato esté sometido a una condición suspensiva o a la determinación de su contenido por un tercero. En estos casos se dice por un sector de la doctrina, que el contrato estará concluido (celebrado), pues las partes han llegado a un consenso definitivo, siendo innecesario un nuevo acuerdo de voluntades, no obstante lo cual no es perfecto (completo) pues no ha dado lugar a la producción de sus efectos. De acuerdo a ello debería entenderse entonces que el contrato queda concluido por el consentimiento. La formación del contrato en sentido estricto comienza y termina con el encuentro de los dos actos constitutivos del acuerdo, y que se definen como oferta y aceptación, teniendo en cuenta su contenido y la función que cumplen.

TRATATIVAS

La formación del contrato comprende actos o series de actos que preceden o pueden preceder a la perfección de un contrato. Es frecuente en los contratos de importancia económica o de cierta complejidad que antes de que se produzca el concurso entre oferta y aceptación las partes entren en los tratos preliminares de contenido muy diverso, en los cuales las partes no quedan obligadas sino, simplemente animadas por su voluntad de discutir como querrían vincularse. Constituye la etapa pre-contractual, que se inicia cuando una de las partes se pone en contacto con la otra o conjuntamente se dan tratos o averiguaciones sobre el  negocio, y en la que debe estar presidida por una idea básica, la necesidad de actuar de buena fe.

Una de las formas típicas de las tratativas es la invitación a ofrecer y la invitación a negociar. Invitación a ofrecer: hay invitación del proveedor de bienes y servicios dispuesto a contratas para  lo cual le gustaría escuchar ofertas. Invitación a negociar: invitación a conversar, se comunica a la otra parte la posibilidad de llegar a un negocio.

Características de las tratativas:
-          No hay obligación de contratos.
-          Hay libertad  para retirarse.
-          Hay interés en contratar.
-          Aunque las partes no asumen la obligación de llegar a un contrato asumen ciertos deberes (buena fe objetiva: lealtad, honestidad, etc). Si la buena fe debe presidir el período precontractual, es lógico suponer que la ruptura de las tratativas de mala fe es fuente de responsabilidad por culpa in contrahendo o responsabilidad precontractual.



EL PRECONTRATO

La formación de un contrato puede en ocasiones producirse mediante un iter negocial complejo, de formación sucesiva, que se inicia con la celebración de un contrato preliminar, al que se denomina también precontrato, compromiso de contratar o promesa de contrato y al cual sucede en un momento posterior el contrato definitivo. Aunque la terminología puede resultar equívoca, el llamado precontrato es en sí mismo un contrato, puesto que supone la existencia de una concorde voluntad de las partes. Lo único que sucede es que esa concorde voluntad de las partes asigna al acuerdo entre ellas existente una pura función preliminar o preparatoria del contrato que en definitiva entre ellas se establecerá o podrá establecerse.

CLASES DE CONTRATOS

Se han propuesto numerosos criterios de clasificación, los cuales se conjugan entre sí, llegándose a proponer el siguiente:

Por la prestación: Se clasifican en unilaterales y bilaterales.
Por la valoración: Onerosos y gratuitos.
Por el riesgo: Conmutativos y aleatorios.
Por la estructura: Simples y complejos.
Por el área: Civiles, comerciales y especiales.
Por la autonomía: Principales, accesorios y derivados.
Por la formación: Consensuales, formales y reales.
Por la regulación: Típicos y atípicos.
Por la función: Constitutivos, reguladores, modificativos y extintivos.
Por el tiempo: De ejecución inmediata, diferida e instantánea y de duración.
Por los sujetos obligados: Individuales y colectivos.
Por la posibilidad de negociación: De negociación previa y contratos de adhesión.
Por el rol económico: Contratos de cambio, de colaboración, de prevención, de      custodia o conservación, de crédito, de garantía, de goce, de liquidación, de disposición, y de restitución.

OBJETO Y FORMA DEL CONTRATO

Objeto.- La doctrina esta dividida en cuanto a la determinación del objeto del contrato. Para unos es la prestación o prestaciones que emanan de la celebración del contrato; para otros un bien, servicio, o abstención; otros sostienen que el contrato no tiene objeto sino sólo efectos, en tanto que el objeto constituiría propiamente un elemento de la obligación o relación jurídica consecuencia del contrato; finalmente, otros afirman que el objeto del contrato es la creación, modificación o extinción de una obligación. Esta última posición es la recogida por nuestro Código Civil en su artículo 1402. De lo dicho se observa que el objeto del contrato está considerado como un propósito, esto es, la creación, regulación, modificación o extinción de una obligación, y que, una vez lograda esa intención, el contrato ha cumplido básicamente su cometido y lo que sigue es la relación jurídica obligacional. Luego, objeto de la obligación es la prestación, sea de dar, hacer o no hacer; mientras que el objeto de la prestación estaría conformado por los bienes, servicios o abstenciones. Conforme al artículo 1403 del Código Civil, la obligación que es objeto del contrato debe ser lícita; en tanto que la prestación en que consiste la obligación y el bien que es objeto de ella, deben ser posibles, entendiéndose que se refiere a una posibilidad física y jurídica.
Forma.- En sentido amplio la forma es el medio por el cual se exterioriza la declaración de voluntad, y en el caso del contrato el acuerdo de voluntades. La voluntad tiene que manifestarse de alguna forma para que aparezca y tenga trascendencia en el mundo del Derecho. En tal sentido, todo contrato tendría implícita una forma determinada, utilizada por las partes como vehículo para exteriorizar su voluntad. Así, las partes podrán servirse de cualquier medio, siendo las más frecuentes la forma oral o la escrita.

En sentido estricto la forma se impone como un medio concreto y determinado para la exteriorización de la voluntad contractual. Aparecen así los contratos solemnes o formales en oposición a los no formales, constituyendo la forma así entendida como un requisito esencial para la validez del contrato, bajo sanción de nulidad, a la que se denomina formalidad "ad solemnitatem". Se diferencia de la formalidad "ad probationem", en que la exigencia de la forma en estos casos es una facultad que queda librada a las partes, sin que esto afecte la validez del contrato.


La formalidad "ad solemnitatem" puede ser legal o convencional, en la medida en que sea la ley o el convenio entre las partes el que lo imponga. El artículo 1352 del Código Civil consagra la formalidad "ad solemnitatem" que nace de la ley, mientras que el artículo 1411 se refiere a la que emana de la voluntad de las partes. Por su parte, el artículo 1412 viene referido a la formalidad "ad probationem".